El asma es una enfermedad crónica y por tanto, no tiene cura. Cuando se tiene asma, las vías respiratorias de sus pulmones son muy sensibles y pueden inflamarse e hincharse.

Además, algunos desencadenantes pueden hacer que los músculos de las vías respiratorias se compriman; a esto se le llama broncoconstricción. Las vías respiratorias también pueden producir una mucosidad excesiva. Con el asma, las vías por donde pasa el aire resultan extremadamente sensibles, lo que aumenta la probabilidad de padecer un episodio de asma.

Las sustancias o las condiciones a las que se denomina desencadenantes provocan inflamación e hinchazón en las vías respiratorias de los pulmones.

Los desencadenantes del asma varían de una persona a otra, pero con frecuencia los desencadenantes son: ácaros del polvo, contaminación ambiental, caspa de animales domésticos, polen, moho, aire frío, ejercicio, gripes y virus.

Los síntomas del asma también varían de una persona a otra, pero entre los más frecuentes se encuentra la presión en el pecho, la tos, la dificultad para respirar.

Si el asma no se trata, los síntomas pueden empeorar y provocan limitaciones a la hora de realizar actividades, bajas laborales y futuros episodios de asma, incluso aunque su asma sea leve.

Además de evitar los desencadenantes del asma, hay otras precauciones que pueden tomar para controlar la enfermedad, como seguir el plan de tratamiento prescrito por el médico, que puede incluir tomar un medicamento de control diariamente además del uso del inhalador de rescate.